Amable protectora mía,
Santa Marta,
que tuviste la inefable dicha
de hospedar a Jesús en tu casa.
Dichosa tu mansión de Betania,
bendecida tantas veces
con la presencia del Huésped divino,
y cuyos moradores, tú misma
y tus santos hermanos Lázaro y María,
fuisteis tantas veces honrados con las visitas de Jesús,
de su Madre Santísima y de los Apóstoles.
No permitas, Santa mía,
que entre los que se hospedan en mi casa
haya ninguno que hospede en su corazón al demonio,
sea motivo de escándalo, o atraiga con su mala conducta
las iras de Dios sobre mí y mi familia.
Santa bendita, que viviste en compañía de santos,
bendice mi casa, bendice a mis huéspedes,
para que en todos reinen la concordia y el amor de Dios.
Ayúdame en el cumplimiento exacto de mis deberes
y en la administración de mis bienes y negocios,
para que aún cuando, por mi condición y estado de vida, tenga que ocuparme de las cosas de la tierra,
jamás me olvide que mi patria verdadera
y mi último destino es el cielo.
Así sea.
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