Señor del mundo,
que reinaba antes de que
todo fuera creado,
cuando por su voluntad
todo se hizo;
con el nombre de rey fue llamado
y cuando todo haya dejado de ser,
sólo él reinará.
Él fue, él es y él será en majestad.
Él es uno y sin segundo
que se pueda comparar
o relacionar con él.
Sin comienzo y sin fin.
Él es mi Dios,
mi redentor vivo,
la roca de mi sufrimiento
en la hora de la angustia.
Él es mi estandarte y mi refugio,
la porción de mi copa
el día que le invoque.
En su mano confío
mi espíritu cuando me duermo
y cuando me levanto
y con mi espíritu,
también mi cuerpo.
El Señor está conmigo,
nada temo.
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