¡Oh glorioso san Nicolás mi especial protector!
Desde aquella morada de luz,
en que gozáis de la presencia divina,
volved piadoso vuestros ojos hacia mí,
y alcanzadme del Señor aquellas gracias y auxilios convenientes a mis presentes necesidades,
tanto espirituales como corporales,
y en particular la gracia
(mencionar aquí)
que sea conducente para mi eterna salvación.
Proteged también, oh glorioso santo obispo,
a nuestro Sumo Pontífice,
a la Iglesia santa y a esta devota ciudad.
Reducid al camino recto de la salvación
a los que viven sumidos en el pecado,
o envueltos en las tinieblas de la ignorancia,
del error y de la herejía.
Consolad a los afligidos,
socorred a los necesitados,
confortad a los pusilánimes,
defended a los oprimidos,
asistid a los enfermos,
y haced por fin que todos experimenten los efectos
de vuestro poderoso patrocinio
para con el supremo Dispensador de todos los bienes.
Amén.
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