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CONSAGRACIÓN A MARÍA

| domingo, 15 de julio de 2012




¡Madre del alma, celestial María!

Con toda la ternura y el amor y el deseo de mi corazón te elijo desde hoy como Reina, Señora y Madre de esta casa, con todo lo que contiene, hijos, criados, animales y cosas, y cada pieza con toda la que la llena. Toma las llaves que te entrego como a la ama y Señora, y concédeme la dicha de ser tu esclava y tu hija muy amante, que sólo quiere ser tuya y obedecerte con todo el corazón y el alma.

Concédeme, que nada haga sin consultártelo, que obre en todas las ocasiones como tu obrarías, con esa perfección de miras e intenciones sobrenaturalizándolo todo, y con una vida de amor más del cielo que de la tierra.

Así quiero santificar mis actos.

Tú, desde hoy, serás para siempre la Señora, la dueña y la Madre con nuevo título de las obras y de mis hijos, siendo yo una pobrecita, pero obediente hija, que te de gloria imitándote.

Quiero estar siempre en segundo término, Madre mía, porque tu eres la primera en mí y en cuanto me rodee.

Desde ahora hasta mi muerte, quiero vivir bajo el manto de mi dulce Madre, y ya no estaré sola ni huérfana, sino bajo tu dirección y tus miradas, María, inmolándome en tu honor.

Te amo, y te haré amar con todas mis fuerzas, y mi vida. En todas las piezas está ya colocada tu imagen sacrosanta para que las bendigas, ahuyentes del enemigo y que no permitas en ellas ninguna murmuración ni ofensa a Dios.

Impregna toda su atmósfera de pureza, Virgen Inmaculada, para que nos respire más que blancura, candor, inocencia, pudor, cruz, amor.

Acepta por adelantado las penas y alegrías que en estos cuartos tengamos.

¡Oh mi bendita y amada Madre! Que desaparezca yo con todos mis defectos, y que parezcas tú en mí, con tu dulzura, tu caridad, abnegación, paciencia, humildad, y con todas tus demás virtudes.

¡Oh mi Reina, somos tus vasallos!

! Oh mi Madre, mi amada Madre, somos tus hijos!



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