Oh gloriosa Virgen y Mártir, Santa Lucía
henos aquí postrados ante tus plantas
para pedirte la salud, más que la del cuerpo,
la del alma.
Te pedimos esa fe, que te hizo columna inmóvil
ante los poderes de la tierra
y esa fortaleza del alma
con que resististe los halagos del mundo.
Venimos admirados ante tu valor sobrehumano
y quisiéramos que usarais de ese poder,
para obtener del Señor esa luz
que ilumine nuestra inteligencia.
Que veamos te diremos,
Gloriosa Santa Lucía,
como el cieguecito del Evangelio,
que veamos, si, que veamos a Dios,
sus preceptos y doctrina,
para que luchando con los enemigos
del alma en este suelo,
recibamos como vos,
el galardón en el cielo.
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