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7 EXCELENCIAS A LA VIRGEN DEL CARMEN PARA AYUDA EN EN LAS PENAS DE LA VIDA Y EN LA MUERTE

| viernes, 15 de marzo de 2013





Después de cada excelencia
se reza un padrenuestro y una avemaría.
 
Primera excelencia,
el haber tenido el cuerpo más perfecto y hermoso
de todas las criaturas con el singular privilegio
de haber sido concebida en gracia.
 
Segunda excelencia,
el alma más santa, que Dios creó,
después de la de Jesucristo,
adornada de todas las virtudes
y gracias del Espíritu Santo.
 
Tercera excelencia,
la vida mas excelente que hubo en el mundo,
juntando con suma perfección las tres vidas:
activa, contemplativa y unitiva.
 
Cuarta excelencia,
la dignidad más aventajada
 que tuvo jamás criatura alguna,
por ser Madre de su Creador.
 
Quinta excelencia,
la muerte más dichosa que puede haber,
por haber muerto de amor a su Dios.
 
Sexta excelencia,
la Asunción más gloriosa que jamás se vio,
acompañada de ángeles
y llevada en los brazos de Cristo, su amado.
 
Séptima excelencia,
la coronación y gloria más soberana
que se puede pensar, pues fue coronada
 de las jerarquías angélicas.
 
 
ORACIÓN
 
Virgen soberana, gloriosa Madre,
Templo y sagrario de la Trinidad Santísima,
Gloria de los justos, Amparo y consuelo
de los afligidos pecadores,
Madre y blasón de los Carmelitas:
por la purísima limpieza de pecado original;
por la gracia y dones que adornan vuestra alma;
por la vida que hicisteis para espejo de los justos;
por la dignidad grandiosa de Madre de Dios,
engrandecida y ensalzada entre todas las generaciones;
por la muerte dichosa de amores soberanos;
por la Asunción gloriosa para Reina de los cielos,
y por la corona de gloria que os dieron
para aventajar a los Santos y Coros celestiales:
 
Os suplico, pues lo tenéis ofrecido
a los que llevan vuestro santo Escapulario
y procuran ser hijos vuestros, me ayudéis en vida,
para que mis penas y sufrimientos tengan alivio
y para que con santidad en el alma
y pureza en el cuerpo sirva a vuestro Hijo JESÚS, guardando sus santos preceptos,
y me asistáis en mi muerte,
para que en los peligros de ella,
triunfando de mis enemigos,
salga de esta vida en gracia y amor de Dios.
 
Y, finalmente, en las rigurosas penas del Purgatorio,
vuestra intercesión soberana me valga,
para que el primer sábado salga
a gozar de la vida eterna.
 
Así sea.
 
 
 

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